Todas esas calles húmedas, desoladas...
el marco perfecto para un cielo gris.
Deambulando en círculos, peregrinándolas
por no querer volver a mi mansión marchita
algo estaba a punto de quebrarse dentro mío (dentro).
Un caballo se me acercó ingenuo de todo
lo acaricié justo en su enorme nariz marrón tus ojos, con manchitas rosadas y blancas
(y yo pensaba: "qué hermoso, qué dulce")
como por cinco segundos
se alejó y seguí caminando...
Sonreí todo el camino.
¡Precioso!
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