Me adentraba al vacío,
el silencio comenzaba a revelarse.
Un lobo me llamó: aullando.
Y salí, nomás.
Era la noche, disfrazada. Se doraba en mutación.
Su ofrenda y mi desesperado rostro.
"Yo vengo a ofrecerte esperanza", susurró el lobo disfrazado de.
"Está bien", le respondí yo, astro disfrazado de miedo.
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